
China impulsa una nueva era financiera basada en oro para desafiar el dominio del dólar. La estrategia de Pekín busca devolverle al oro su papel central en la economía global, construyendo una red paralela de financiamiento respaldado en metal físico.
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- China lidera la compra mundial de oro y construye el “corredor dorado” entre países BRICS
- El metal precioso fue reclasificado como activo bancario de nivel 1, al mismo nivel que el efectivo
- Analistas prevén que esta transición podría alterar el poder financiero mundial y beneficiar a Bitcoin
🌍🔔 China impulsa un sistema financiero basado en oro para desafiar el dominio del dólar.
La nación asiática lidera las compras de oro y establece el "corredor dorado" con los BRICS.
Con la reclasificación del oro como activo de nivel 1, su uso como colateral podría… pic.twitter.com/qJYb6oLedm
— Diario฿itcoin (@DiarioBitcoin) October 20, 2025
Durante los últimos años, China ha ejecutado una maniobra financiera sin precedentes: volver a vincular su moneda al oro. Esta estrategia, impulsada por el Banco Popular de China, apunta a redefinir la estructura del sistema monetario internacional y reducir la dependencia global del dólar estadounidense.
El país asiático no solo ha liderado la compra de oro a nivel mundial, sino que además ha creado una infraestructura financiera diseñada para respaldar su divisa con el metal precioso. La pieza central de esta estrategia es el Shanghai Gold Exchange (SGE), ya considerado el mayor mercado físico de oro del planeta, y la construcción de una red internacional de bóvedas conocida como el “corredor dorado”, que conecta a China con sus aliados del bloque BRICS.
El oro como nuevo pilar del sistema financiero
Desde 2022, la desconfianza hacia el dólar se ha intensificado, especialmente después de que Estados Unidos congelara activos rusos por valor de USD $300.000 millones, lo que llevó a varios países a cuestionar la seguridad de mantener sus reservas en moneda estadounidense. Este hecho impulsó a los bancos centrales de economías emergentes a reemplazar parte de sus reservas en bonos del Tesoro por oro físico.
La tendencia se aceleró tras la llegada de las tensiones comerciales entre Washington y Pekín. Desde entonces, China ha incrementado de forma visible su acumulación de oro. Aunque oficialmente declara poseer unas 2.300 toneladas, estimaciones de Bloomberg Economics y JP Morgan sitúan sus reservas reales entre 3.500 y 5.000 toneladas, considerando las tenencias no declaradas de bancos estatales y fondos soberanos.
De “roca brillante” a activo financiero de primer nivel
Un cambio clave ocurrió en julio de 2025, cuando el oro fue reclasificado bajo los estándares Basilea III como un activo de nivel 1, otorgándole el mismo peso contable que el efectivo o los bonos del Tesoro. Este ajuste permite a los bancos reconocer el 100 % de su valor en sus balances, sentando las bases para su uso como colateral financiero.
El siguiente paso, según economistas, sería la promoción del oro a la categoría de Activo Líquido de Alta Calidad (HQLA). Si esto se concreta, los países podrían usar oro en lugar de dólares para respaldar préstamos, infraestructura y comercio internacional. En ese escenario, el oro dejaría de ser un activo pasivo para convertirse en una herramienta de crédito global.
El “corredor dorado” y la nueva red BRICS
Para resolver el problema de la confianza y la custodia, China propuso un sistema de bóvedas interconectadas —el llamado “corredor dorado”— distribuido entre Asia, Medio Oriente, África y América del Sur. Cada bóveda estaría conectada al SGE, registrando la pureza, número de serie y propiedad de cada barra.
Este mecanismo, según analistas, funciona como una especie de “blockchain física”, donde la verificación recae en naciones soberanas en lugar de mineros. Así, la tenencia de oro se vuelve geográficamente descentralizada y auditable, otorgando mayor transparencia a las transacciones.
Además, para estabilizar el uso del metal como colateral, el sistema aplicaría precios promedio móviles —por ejemplo, los valores de los últimos 200 días— en lugar del precio diario del oro. Con ello se busca reducir la volatilidad y evitar manipulaciones de corto plazo.
Financiando el desarrollo sin dólares
La iniciativa también persigue una meta geopolítica: permitir que países en desarrollo accedan a financiamiento sin recurrir al FMI ni al sistema financiero occidental. Bajo este modelo, una nación africana con reservas de oro podría depositarlas en el SGE y recibir préstamos en yuanes del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) del bloque BRICS.
Con estos créditos, dichos países podrían construir infraestructura estratégica —carreteras, puertos o centrales eléctricas— al margen del dólar. Para Pekín, esto representa una oportunidad para ampliar su influencia económica en África y América Latina, fortaleciendo una red comercial basada en confianza metálica.
La respuesta de Estados Unidos
Washington, consciente de la magnitud del cambio, ha comenzado a repatriar parte de sus reservas de oro almacenadas en Londres. Aunque la justificación oficial apunta a revisiones logísticas y auditorías, analistas interpretan esta medida como un intento preventivo de asegurar el control físico del metal ante una eventual reconfiguración del sistema monetario global.
Actualmente, Estados Unidos sigue siendo el mayor poseedor de oro del mundo, con más de 8.000 toneladas, pero su hegemonía monetaria podría verse desafiada si el oro se consolida como activo líquido global.
Impacto potencial en los mercados y Bitcoin
La posible expansión del oro como activo de reserva —de alrededor del 20 % actual a un 30 % de las reservas globales— implicaría una demanda adicional estimada en USD $2 billones. Dado que el oro no puede imprimirse, este ajuste podría provocar un incremento histórico en su precio durante la próxima década.
Para los inversores, este nuevo paradigma abre un escenario dual. Mientras China impulsa una economía basada en colateral físico y control estatal, Estados Unidos podría optar por contrarrestar con tecnología y activos digitales, como stablecoins o Bitcoin. Ambos modelos representan visiones opuestas de la confianza: una respaldada por materia tangible y otra por energía y transparencia matemática.
Si ambos sistemas coexisten, el mundo podría entrar en una era multimonetaria, donde los países elijan entre dinero respaldado por oro o activos digitales descentralizados. En este contexto, tanto el oro como Bitcoin podrían revalorizarse significativamente en los próximos años.
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